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Una mala inversión: PIAS de FWU

El caso FWU: una lección para el ahorro

El caso de FWU y su aseguradora luxemburguesa está marcando un antes y un después en la comercialización de productos de ahorro como los PIAS.

Durante años, esta compañía fue vendiendo a través de redes de consultores financieros unos productos asegurados con ventajas fiscales, pero con una estructura interna tan costosa que impedía que los asegurados obtuvieran rentabilidades razonables.

En muchos casos, se vendieron con la promesa de alta rentabilidad, liquidez y seguridad, cuando en realidad su única virtud era la ventaja fiscal si se convertía en renta vitalicia… y si el tomador vivía más de 5 años tras los 65. Porque a los 70 años empieza la mayor deducción fiscal.

Lo más preocupante es que el problema real no es la quiebra. Lo verdaderamente grave es que aunque no hubiera quebrado, la mayoría de estos asegurados no iban a recuperar su dinero.

¿Por qué no iban a recuperar su dinero?

Porque los productos, por diseño, se comían la rentabilidad con comisiones internas.

A pesar de estar invertidos en fondos que han tenido buenas rentabilidades en el periodo, la mayoría de asegurados ha obtenido rentabilidades negativas.

Una póliza muy cara

La mecánica de estas pólizas consiste en cobrar gastos elevados durante los primeros años del contrato. A eso lo llamaban costes de adquisición. Y si cancelabas el producto antes del plazo que habían calculado (normalmente 25 o 30 años), no solo perdías la fiscalidad: también perdías parte de lo invertido.

Lo sabían. Por eso limitaban la información que daban a los clientes.

Los documentos legales estaban disponibles, pero la red comercial ocultaba, o no explicaba, la mayor parte de ellos, según cuentan los perjudicados.

Falsas promesas de liquidez y rentabilidad

Y eso es lo que más duele a los afectados: que sus consultores sabían lo que vendían. Aunque algunos no lo comprendieran, o eso digan ahora, algunos sí eran plenamente conscientes.

La aseguradora tampoco se libra. Aceptaba una estructura de ventas que hacía inviable la transparencia, cobraba por encima de lo razonable, y no controlaba qué se decía al cliente.

Se vendieron como productos “seguros”, cuando en realidad eran de inversión. Como “líquidos”, cuando no lo eran. Como “sin riesgo”, cuando todos los PIAS y productos unit linked tienen riesgos, incluso de quiebra, como ha quedado demostrado.

La esperanza del rescate fiscal

Para compensar esa falta de rentabilidad, siempre se argumentaba que el ahorro fiscal de convertirlo en renta vitalicia podría “salvar” la inversión. Pero no se hacía un cálculo real. Y en la mayoría de los casos, no acabaría siendo así.

Por ejemplo, alguien que haya invertido 20.000 euros y tenga un valor de póliza de 15.000 no puede compensar ese 25 por ciento de pérdida con una ventaja fiscal del 8 por ciento. Simplemente no compensa.

Culpas compartidas

Nadie quería ver el problema. Los distribuidores no querían perder clientes ni comisiones, la aseguradora no quería poner orden en la red comercial, los supervisores no querían entrar en un producto complejo… y el cliente confiaba.

Así se llega a que miles de personas estén ahora con productos de ahorro ruinosos. Aunque no quiebre la aseguradora, el dinero ya se ha perdido.

La insolvencia ha destapado la realidad

Solo cuando la aseguradora ha entrado en liquidación se ha levantado la alfombra. Ahora es cuando los asegurados están descubriendo el valor real de su póliza.

Pero ese valor ya lo tenían antes. La diferencia es que ahora no pueden seguir autoengañándose pensando que “ya subirá”, o que “en el largo plazo se arregla”.

¿Hay solución?

Sí. Pero no hay milagros.

La solución pasa por hacer un buen análisis del producto, y ver si cabe una reclamación legal. Si el perfil del cliente no era adecuado, si no se dio la información correcta, si se incumplieron las obligaciones legales, puede haber opciones.

Pero sobre todo, hay que aprender de esta experiencia, y volver a construir el ahorro desde productos más adecuados y transparentes.

Dolores, Consuelo y Esperanza: así se sienten muchas de las 40.000 personas afectadas por las pólizas PIAS de FWU

Actualización julio 2025

Esta semana, en concreto el 22 de julio, arrancó el envío del liquidador de la aseguradora FWU, con el reconocimiento a los más de 40.000 afectados, en España, de la cantidad máxima que pueden esperar recuperar del dinero que tenían ahorrado. El valor de póliza que tenían cuando la aseguradora dejó de actuar.

Este envío, que tardará semanas porque a nivel europeo hay cientos de miles de afectados, irá dejando claro el alcance de las pérdidas que ha ocasionado a sus clientes.

Las pérdidas no son provocadas (por ahora) por el cierre, sino porque se trata de productos de ahorro tipo PIAS, muy caros.

La cantidad de gastos que tienen hace imposible obtener rentabilidades razonables, ni siquiera en un ahorro pensando en la jubilación a 25 años; cuanto menos cuando se vendieron con la idea de recuperarlos en 5 o 10 años. Todo un despropósito.

Los casos que estoy analizando muestran, en general, pérdidas de entre el 70 por ciento y el 30 por ciento de lo aportado. Y hablamos de aportaciones, de media, entre 5.000 y 30.000 euros. Mucho dinero esfumado.

Esfumado en gastos de póliza, no por la insolvencia de la aseguradora. La insolvencia solo ha hecho aflorar el problema. El dolor que siente un afectado, tras conocer esto, es complicado de gestionar.

¿La cifra es definitiva?

No, cabe la posibilidad de que no lo sea. Pero sí puede serlo. Depende del estado financiero real de la aseguradora. Aquí sí tenemos una parte en que la quiebra podría afectar. Si no hay dinero para pagar lo que se debería a todo el mundo es que se han hecho las cosas muy mal desde la aseguradora. Podría haber incluso algún delito, y eso afectaría a los asegurados que no podrían recuperar todo. Pero no tiene por qué existir este problema.

De existir esa falta de fondos, los perjudicados recibirían la cantidad menos la quita proporcional que se necesitara para pagar a todos, lo que se pueda, proporcionalmente a la pérdida.

Vaivén de emociones

Tras el shock de hace un año, en que conocíamos la falta de solvencia, hasta principio de este, con la declaración de liquidación de la entidad, los perjudicados han pasado por un vaivén de emociones, y hasta finalmente, conocer la realidad del valor de su póliza.

Valor que les enfrenta a la realidad, a que su póliza valía en el momento del cierre de la actividad aseguradora, mucho menos de lo que habían aportado.

Muchos, que iban conociendo de la situación, daban por perdido completamente el dinero, pero esta carta abre un poco la expectativa, del consuelo de cobro de alguna cantidad. Y la esperanza de que sea suficiente para volver a empezar.

Río revuelto: La tormenta perfecta

España no es el país donde se escribió el Lazarillo de Tormes por casualidad. Ese libro es una consecuencia de nuestra forma de entender la vida, y los negocios: ese no poder fiarte de quién te ayuda, ese no poder fiarte del que ayudas… Es nuestro sino como sociedad.

Durante este año, los perjudicados han tenido que aguantar de todo:

Los perjudicados que hayan sido conscientes desde el primer momento, que hayan pasado por todo este proceso y hayan aguantado a todo tipo de lazarillos sin aficionarse al Lexatin, tienen todo mi respeto. Y un estudio pendiente de su cerebro, para ver cómo son capaces de aislarse de toda esta situación.

Esperanza

Uno de esos perjudicados me preguntó cómo podía recuperar la pérdida ocasionada por el producto.

Como asesor financiero, es fácil contestar: se hacen un par de cálculos y se puede tener una expectativa de rentabilidad a un plazo determinado. Pero hay problemas añadidos:

La mayoría de los afectados estaban invirtiendo en un riesgo superior al que su perfil podía asumir. De hecho, esto es una de las causas que genera sentencias sobre ventas indebidas en todo este proceso.

Después de esta experiencia, son reticentes a cualquier tipo de inversión… incluso a productos de ahorro asegurado.

Aún les quedan meses para tener el dinero en su poder y poder volver a moverlo.

Tres circunstancias complejas de gestionar.

Pérdida de oportunidad

Con ayuda de una de mis socias (una IA) hicimos los cálculos para conocer el tiempo que se ha perdido con este ahorro fallido.

El primer cuadro representa el tiempo necesario para recuperar la pérdida con una inversión que nos dé una expectativa de rentabilidad del 3,5 por ciento, 5 por ciento o 7 por ciento. Es decir: el tiempo perdido.

El segundo cuadro muestra lo mismo, pero con una aportación periódica mensual (un 1 por ciento de lo recuperado, al año, pero aportado mes a mes).

Ejemplo:
Aportación: 5.000 euros
Recuperación: 2.500 euros
Pérdida: 50 por ciento
Con una inversión moderada, se recuperaría en 99 meses.
Si se aporta solo ese 1 por ciento (unos 45 euros al mes), la recuperación se lograría en 49 meses (cuatro años).

La mayoría de perjudicados han perdido entre 4 y 8 años de tiempo de ahorro. Y eso, si vuelven a hacer algo. Si les coge el miedo y lo dejan, no es solo pérdida de tiempo: también es una pérdida económica definitiva.

Y este mismo cuadro es parte de la esperanza, porque también nos está diciendo en cuánto tiempo se puede recuperar la pérdida.

Como sí hay fórmulas baratas para hacerlo, y el cuadro es prudente en el tipo de inversión, existe la posibilidad de rehacer el ahorro, recuperar lo perdido y olvidar todo esto. Siempre que se tenga tiempo suficiente por delante.

Dolores, Consuelo y Esperanza

Como habrás adivinado, Dolores, Consuelo y Esperanza no son los nombres de tres afectadas, pero podrían serlo. Representan el terrible proceso por el que están pasando 40.000 personas, víctimas de estas pólizas PIAS.

Y aún quedan noticias por llegar… hasta que una Lola, una Chelo y una Espe tengan el dinero otra vez en su cuenta, y un plan para recuperarlo.

Debería dejar aquí el texto. Pero tengo un compromiso con estos perjudicados. Porque si no eres parte de la solución, eres parte del problema.

Así que mi ofrecimiento para todos los afectados de organizar una fórmula de recuperación de las pérdidas es sincero. Para eso está nuestra línea de WhatsApp: 642 400 220. Pregunta por mí, Ángel del Amo, y te ayudaré a organizar este dislate.

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